Microclases. Microrrelatos (17 BIS)
"Sala de urgencias"
La mujer camina presurosa y desencajada. Busca con ansiedad hasta que lee: "Sala de
emergencias". Entra sin dudar. Nadie la detiene. Todos están ocupados. Observa con atención
al individuo de verde y a la mujer de blanco que trabajan con ímpetu frenético. Fija su mirada
en el rostro del hombre que yace sobre la camilla. A pesar de kla máscara de oxígeno y del
tinte violáceo lo reconoce. Es él. ¡No estaba equivocada! Intenta avanzar hacia el enfermo,
pero duda. La desconciertan los ruidos de los aparatos. Se sacude la incertidumbre y avanza.
Se acerca con extraña sutileza. Desplaza al médico y a la enfermera. Pone su mano en el
pecho del enfermo; este lanza un agónico gemido y expira. El médico cierra los ojos
contrariado y la enfermera se queda tiesa. Decepcionados, abandonan la lucha.
La dama del traje oscuro se aleja satisfecha (Eduardo Cruz).
"El hombre invisible"
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
(Gabriel Jiménez Emán)
"La última cena"
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida (Ángel García Galiano).
"Molestia"
Sentí una molestia muscular, era la quinta vez que yo nacía.
(Enrique Vila-Mata)
"E-mail"
http://www.AnayCarlosSeConocieronPorInternet.EstánAtrapadosEnEl@mor.hothothotmail.Fin// (Cuca Canals).
"Cruce"
Cruzaba la calle cuando comprendió que no le importaba llegar al otro lado (Arturo Pérez Reverte).
"Cada cosa en su lugar"
Hay dramas más aterradores que otros. El de Juan, por ejemplo, que por culpa de su pésima memoria cada tanto optaba por guardar silencio y después se veía en la obligación de hablar y hablar y hablar hasta agotarse porque el silencio no podía recordar dónde lo había metido (Luisa Valenzuela).
"El espejo chino"
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
(Anónimo)
"El pozo"
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.
(Luis Mateo Díez)
"El drama del desencantado"
... el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida (Gabriel García Márquez).
(www.ciudadseva.com)"Yo soy el cebo"
Me convencieron dos amigos de la fábrica para que fuera a pescar con ellos al lago. Hay que ir de madrugada, justo antes de salir el sol, cuando una neblina flota sobre el agua. Me dicen que entonces los peces suben a miles. Me explican también la leyenda de un pez enorme y hambriento que habita bajo las aguas, y cuando ven mi cara de terror se burlan de mi credulidad. Me siento feliz en esta barca, pescando con ellos. Y, de súbito, el golpe, ya está, y oírlos y saber que no era una leyenda y yo soy el cebo (Jordi Cebrián).
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