El último tren se ha parado en el último andén, y nadie
salva a las rosas. Ninguna paloma se posa en una mujer de palabras.
El tiempo se ha acabado. El poema no puede más que la espuma.
No creas a nuestros trenes, amor, no esperes a nadie en la multitud.
EL último tren se ha parado en el último andén, y nadie
puede retornar a los narcisos rezagados en los espejos de la penumbra.
¿Dónde dejaré mi última descripción del cuerpo que en mi habita?
Toda ha terminado. ¿Dónde está lo que ha terminado? ¿Dónde vaciaré el país que en mí habita?
No creas a nuestros trenes, amor, las últimas palomas han volado, han volado,
y el último tren se ha parado en el último andén... y no hay nadie. (Mahmud Darwish).
Mahmud Darwish (1942-2008) nació en Galilea. A los seis años tuvo que exiliarse. Fue su primer exilio. Luego vinieron muchos más. Este poema pertenece a Menos rosas (1986). Lo escribió en el exilio parisino, tras marcharse de un Beirut destruido. Una de sus mayores ilusiones fue revitalizar la literatura palestina. Narró " la tragedia de un pueblo cuyo carácter prefiere la rosa y la amapola a las lágrimas, un pueblo que ama la vida (...)" (Marisa Prieto).
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