Romances de 1ºA de Bachillerato
El tema propuesto para estos romances fue la violencia contra las mujeres. Estos son los alumnos que aceptaron el reto:
El policía la encuentra,
llorando en la cocina,
con la mano en el pecho
y la piel en carne viva.
Rápido corría a ella,
cuando oyó cómo crujía
un cuerpo bajo sus botas,
y vio con suma desdicha
que el cadáver del marido
en las baldosas yacía.
¿Qué has hecho? Le preguntó.
Asesinarme quería,
respondió ella llorando
mientras cauta se mecía.
Con el arma ensangrentada
en su mano sostenida
era complicado negar
los actos que ella decía.
El policía, intranquilo,
con poco esmero confirma
que el marido ya está muerto
en ese preciso día.
Las anchas marcas azules
constataban las palizas
que el maldito condenado
ejecutaba por día.
Y la mujer temblorosa,
con la mirada perdida,
demostraba claramente,
que, si bien no lo veían,
si ella no le asesinaba
ella despacio moría.
(Naira Martín)
La quería hasta la muerte...
La quería hasta la muerte
sus besos eran cuchillas
la quería hasta la muerte
soñaba en sus pesadillas.
Paseaba con su alma
abrazaba inseguridad
usaba el puño del amor
y amordazaba libertad.
Destrozaba su conciencia
con bellas palabras sucias.
Resaltaba su vergüenza
con las más crudas argucias.
La miraba con locura.
Ella lo hacía con temor.
Destrozaba su conciencia
con las balas del terror.
Le cegaba la mentira
de un amor que era inventado.
Mas no podía escapar
de las manos de su amado.
Sus manos eran pinceles,
su cuerpo el lienzo del dolor.
Cada vez que él lo empuñaba
pintaba el lienzo de terror.
La quería hasta la muerte.
Sus besos eran su mal.
La quería hasta la muerte
y él escribió su final.
(Pablo Roldán Donaire)
Los morados en tu cara
maquillaje no cubría,
los silencios desgarrados,
palabras que no decías.
El miedo de tu alma
ansiando tu huida,
pero el temblor de tus piernas
anunciaba tu huida.
AL volver a casa siempre
tu marido esperaría,
tras un beso y un abrazo
mil golpes te propinaría.
"Y no eres de nadie más
¿me escuchas? Solo mía".
Perdóname por no actuar
y reunir la valentía
para alejarte del infierno
en que vivías día a día.
Cuánto supliqué yo a un dios
en el que ya no creía
que libre de tus cadenas
tú volaras algún día.
Siendo mis brazos el lugar
donde el cielo bajaría,
manteniendo las promesas
que él sin derecho rompía.
Te amé una y tantas veces
sabiendo que no podía.
Siento no haberte salvado,
cuando aún seguías con vida.
(Cristina de Alarcón Valverde)
El policía la encuentra,
llorando en la cocina,
con la mano en el pecho
y la piel en carne viva.
Rápido corría a ella,
cuando oyó cómo crujía
un cuerpo bajo sus botas,
y vio con suma desdicha
que el cadáver del marido
en las baldosas yacía.
¿Qué has hecho? Le preguntó.
Asesinarme quería,
respondió ella llorando
mientras cauta se mecía.
Con el arma ensangrentada
en su mano sostenida
era complicado negar
los actos que ella decía.
El policía, intranquilo,
con poco esmero confirma
que el marido ya está muerto
en ese preciso día.
Las anchas marcas azules
constataban las palizas
que el maldito condenado
ejecutaba por día.
Y la mujer temblorosa,
con la mirada perdida,
demostraba claramente,
que, si bien no lo veían,
si ella no le asesinaba
ella despacio moría.
(Naira Martín)
La quería hasta la muerte...
La quería hasta la muerte
sus besos eran cuchillas
la quería hasta la muerte
soñaba en sus pesadillas.
Paseaba con su alma
abrazaba inseguridad
usaba el puño del amor
y amordazaba libertad.
Destrozaba su conciencia
con bellas palabras sucias.
Resaltaba su vergüenza
con las más crudas argucias.
La miraba con locura.
Ella lo hacía con temor.
Destrozaba su conciencia
con las balas del terror.
Le cegaba la mentira
de un amor que era inventado.
Mas no podía escapar
de las manos de su amado.
Sus manos eran pinceles,
su cuerpo el lienzo del dolor.
Cada vez que él lo empuñaba
pintaba el lienzo de terror.
La quería hasta la muerte.
Sus besos eran su mal.
La quería hasta la muerte
y él escribió su final.
(Pablo Roldán Donaire)
Los morados en tu cara
maquillaje no cubría,
los silencios desgarrados,
palabras que no decías.
El miedo de tu alma
ansiando tu huida,
pero el temblor de tus piernas
anunciaba tu huida.
AL volver a casa siempre
tu marido esperaría,
tras un beso y un abrazo
mil golpes te propinaría.
"Y no eres de nadie más
¿me escuchas? Solo mía".
Perdóname por no actuar
y reunir la valentía
para alejarte del infierno
en que vivías día a día.
Cuánto supliqué yo a un dios
en el que ya no creía
que libre de tus cadenas
tú volaras algún día.
Siendo mis brazos el lugar
donde el cielo bajaría,
manteniendo las promesas
que él sin derecho rompía.
Te amé una y tantas veces
sabiendo que no podía.
Siento no haberte salvado,
cuando aún seguías con vida.
(Cristina de Alarcón Valverde)
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